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viernes, 16 de febrero de 2024

DIOS NO JUEGA A LOS DADOS, ¿LA INTELIGENCIA ARTIFICIAL, SI?


La frase "Dios no juega a los dados con el universo" se atribuye comúnmente a Albert Einstein. Esta frase sugiere la idea de que el universo sigue reglas consistentes y predecibles, en lugar de ser un lugar de puro azar. Einstein era gran defensor del universo determinista y se oponía a la idea de un universo  descrito por la mecánica cuántica, dependiente de la casualidad y la probabilidad, en la que un electrón “decide” su trayectoria y el momento en que es emitido. Esto le llevó a confrontarse en múltiples ocasiones con su colega Niels Bohr, gran referente en aquella época de la mecánica cuántica. En uno de sus encuentros en Berlín, durante una de estas discusiones que iban directamente a los fundamentos de la constitución del cosmos, Einstein intentó reafirmar su postura alegando “Dios no juega a los dados“, a lo que Bohr le replicó: “deja de decirle a Dios lo que tiene que hacer“. La intención de Einstein era demostrar que la naturaleza debía estar bien definida y que la cuántica eran solo probabilidades intrínsecas y era una advertencia de que no estaba completa, que tenían que existir unas variables ocultas que, una vez descubiertas, nos permitirían eliminar esa incertidumbre y entender facilmente la mecánica cuántica.

Con la teoría cuántica y particularmente con el principio de incertidumbre de Heisenberg, los científicos empezaron a cuestionarse seriamente este dogma determinista. La mecánica cuántica descubrió que no se puede determinar al mismo tiempo la posición y el momento lineal (o la masa y la velocidad) de una partícula. Entre más precisa sea la observación de una, menos se conoce la otra. Heisenberg famosamente dijo que lo que observamos en la materia no son cosas (o partículas) sino ondas de probabilidad. 

Hawking ha sugerido que en realidad no existen posiciones y velocidades de partículas, solamente ondas. Este problema posteriormente se ha relacionado con el llamado efecto del observador de la física, donde el acto de observar parece afectar el fenómeno observado, lo cual pone en duda la existencia de una realidad independiente de la observación de la misma, algo que ciertamente no le gustaba a Einstein.

Explicando de una forma sencilla: imagina que tienes una caja mágica llena de sorpresas, le llamaremos: partículas sorprendentes. Estas partículas son muy traviesas y les encanta jugar al escondite. Pero, a diferencia de nosotros, ellas tienen reglas de juego muy extrañas. Cuando no estamos mirando dentro de la caja, éstas partículas pueden estar en muchos lugares diferentes al mismo tiempo. Es como si estuvieran jugando al escondite y se esconden en todos los rincones de la caja al mismo tiempo. ¡Imaginen que traviesos y juguetones! Pero, aquí viene la parte mágica: cuando decidimos mirar dentro de la caja, para ver dónde están las partículas, suceden cosas raras y muy interesantes, justo en ese momento, las partículas dejan de estar en muchos lugares a la vez y deciden aparecer en solo uno. Es como si de repente se detuvieran de jugar al escondite y se quedaran quietas en un solo lugar. Que dificil de entenderlas!! así que, las partículas sorprendentes pueden estar en muchos lugares a la vez, hasta que decidimos mirar, y entonces eligen estar en solo uno. 

Hawking llegó a decir: Einstein estaba doblemente equivocado... No sólo Dios juega a los dados, sino que a veces nos confunde, tirándolos donde no los podemos ver.

El gran Borges en su ensayo: nueva refutación del tiempo, termina con unas frases a modo de poema que dice: 

El tiempo es la sustancia de que estoy hecho.
El tiempo es un río que me arrebata, pero yo soy el río;
es un tigre que me destroza, pero yo soy el tigre;
es un fuego que me consume, pero yo soy el fuego.
El mundo, desgraciadamente, es real;
yo, desgraciadamente, soy Borges.

Esta frase de Borges, me hace recuerdo a esas partículas sorprendentes y traviesas que hablamos hace un momento. Y el azar de los dados, me trae a la memoria un trabajo que ralicé el año 2012 sobre el gran Arjuna del Mahabharata, donde en cierto relato existe una apuesta mediante el juego de los dados, primero juegan por joyas, después por su ganado, después palacios, tierras, etc., y poco a poco, dada su debilidad por el juego, Yudhishthira no se detiene y va perdiendo toda su riqueza. Casi al final, juega a sus hermanos uno por uno y los pierde; después se juega él mismo y se pierde, y no obstante, aún le queda algo por jugar: su esposa, Draupadi, y también la pierde. Una bella historia sobre la cosmogonía védica, donde el tiempo mismo puede entenderse como un juego de dados cósmico. El juego de dados aparece tan temprano como el Rig Veda, el texto religioso más viejo de la India, allá aún se tiene una concepción cíclica del tiempo, la cual se deriva de una observación de los ciclos de la naturaleza. A su vez, los ciclos del tiempo tienen una connotación vinculatoria entre el macrocosmos (el mundo celeste o divino) y el microcosmos (mundo terrestre y humano).

Y bueno, despues de toda esa información que les comenté, me llama la atención lo siguiente: en la inteligencia artificial (IA) y en la mecánica cuántica, podemos trabajar con probabilidades en lugar de certezas absolutas, es decir que, a lo máximo que podemos aspirar, es a calcular la probabilidad de que un hecho ocurra, es decir:

En la IA, especialmente en el aprendizaje automático y el análisis predictivo, a menudo, trabajamos con modelos probabilísticos. Por ejemplo, en el reconocimiento de patrones o en la toma de decisiones, los algoritmos pueden calcular la probabilidad de que ciertos resultados ocurran, en lugar de dar una respuesta definitiva. Esto es especialmente cierto en problemas donde hay incertidumbre o variabilidad en los datos.

En la mecánica cuántica, el principio de incertidumbre de Heisenberg establece que no podemos conocer con precisión simultáneamente la posición y la velocidad de una partícula subatómica, ya lo habia explicado con las partículas sorprendentes. En lugar de eso, solo podemos calcular probabilidades de encontrar la partícula en diferentes estados o posiciones. Por lo tanto, en la mecánica cuántica, también trabajamos con probabilidades en lugar de certezas absolutas.

En pocas palabras: tenemos millones de datos, pero no tenemos la fórmula, y será posible que mediante la IA podamos conocer la nueva formula?, pues no, solo llegaremos a otra aproximación. En un curso que realicé sobre fundamentos de IA de Google, aprendí que: en los modelos de IA No Supervisados, una de las técnicas utilizadas es la del Clustering. Agrupamos los datos en conjuntos. De forma aleatoria. Y estudiamos estos grupos para identificar alguna “señal” (insight) que tenga sentido, y bueno, si NO encontramos una relación o patrón, entonces lanzaremos los dados otra vez, y repetiremos hasta que encontremos algún tipo de regla, relación o patrón entre los grupos.

La Inteligencia Artificial la utilizamos cuando no tenemos todos los datos, o no conocemos las reglas (o sólo parte de ellas), y el resultado que obtendremos es siempre una predicción, es decir, la probabilidad de que algo ocurra, pero nunca una seguridad.

Por tanto, podemos llegar a una conclusión: cuando conectamos la frase: Dios no juega a los dados, con la inteligencia artificial, podemos notar cierta similitud conceptual: en la IA, especialmente en el aprendizaje automático y la toma de decisiones, tratamos de desarrollar sistemas que puedan tomar decisiones racionales y predecir resultados en función de datos y reglas establecidas, en lugar de depender únicamente del azar, la IA busca encontrar patrones y regularidades en los datos para tomar decisiones informadas y predecir resultados futuros. Esto indica que, aunque la IA no puede predecir con certeza absoluta todos los resultados, puede calcular probabilidades y tomar decisiones basadas en ellas, buscando así imitar la consistencia y el orden que se atribuye al universo. Por tanto, una conectividad radica en la búsqueda de patrones, regularidades y predictibilidad en el mundo, ya sea en el cosmos o en conjuntos de datos, para tomar decisiones informadas y avanzar en la comprensión y aplicación del conocimiento.

Como el Dios de Spinoza, cuyo pensamiento puede resumirse en la frase Deus sive Natura: Dios es igual a la naturaleza. No hay, para Einstein, un Dios  trascendente que juega con las leyes del universo  que interviene para afectar el curso de la evolución. No es el Dios de los milagros y los castigos. Es un Dios que es idéntico a las leyes y a la física del universo.

Pero ¿Y si fuera cierto?, ¿Si tomamos en cuenta la ley de la reciprocidad, a toda acción existe una reacción? ¿y el libre albedrío?.

Cada uno tiene su verdad..

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